LA NECESIDAD DE RELACIONARNOS ESTA EN NUESTRO ADN ESPIRITUAL

By LPT - febrero 18, 2020



En nuestro ADN está entretejido el deseo de relacionarnos con los demás y vivir en comunidad.
Instintivamente buscamos pertenecer a algo. Los adolescentes que ceden a la presión negativa de los amigos lo hacen porque quieren pertenecer y ser aceptados, aun los jóvenes que se unen a pandillas están demostrando su necesidad de relacionares y vivir en comunidad. En las escuelas los que no se relacionan o no pertenece a algún grupo son considerados «losers» y las redes sociales han puesto en evidencia lo que la madre Teresa llamó «la lepra moderna»; la soledad y la necesidad de ser aceptados. Entre más «likes» tenemos en nuestras fotos o más seguidores en nuestra página, más aceptados nos sentimos.
Nuestra necesidad de relacionarnos también sube a la superficie cuando compartimos el ascensor con otras personas. La cercanía con desconocidos en un espacio tan reducido nos incomoda, así que actuamos desconectados o de prisa. Muchos juegan inquietamente con su teléfono aunque hayan perdido la señal, otros miran su reloj o voltean a ver el techo o el piso. Realmente quisieran poder relacionarse porque nuestro ADN nos lo pide a gritos, y como no siempre es posible, nos incomoda. Y es que no somos seres independientes, necesitamos estar conectados a los demás. Las emociones nos fueron dadas para la conexión en las relaciones con otras personas.
En la historia de la creación encontramos a Adán, quien aparentemente tenía todo lo que necesitaba para vivir. Tenía trabajo y propósito. Además tenía una relación personal con su creador. Platicaba a diario con Él como se habla con un amigo al caer la tarde, pero aun así no estaba completo, le faltaba algo. Dios mismo lo describe como alguien solo, y cuando Dios declaró: «No es bueno que el hombre esté solo, le haré ayuda idónea para él» (Génesis 2.18), nos estaba enseñando algo que va más allá de la relación del hombre y una mujer; los seres humanos nos necesitamos unos a otros para vivir.
La realidad es que si no tenemos relaciones significativas, aunque tengamos a Dios, seguiremos estando solos y fue Dios quien lo diseñó así.


La mayoría de las personas practicamos la vida espiritual como una encomienda de esfuerzo personal, pero la vida espiritual debe vivirse en comunidad y no puede existir cuando nos aislamos. Hace algunos años mientras compartíamos la cena con una pareja que recién había empezado una relación con Dios, tuvimos un intercambio muy interesante. Teníamos una amistad muy cercana con ellos y al ver el entusiasmo que tenían en su, relación con Dios, les pregunté si habría algo que los haría retroceder en su fe, y sin pensarlo dos segundos me respondieron que si no tuvieran amigos como nosotros que los inspiraran en su relación con Dios, sería muy difícil continuar. Para algunos tal vez la respuesta de esta pareja suene poco espiritual, pero es más sincera y bíblica que la respuesta de aquellos que dicen que lo único que necesitan es a Dios.
La realidad es que no hay sustitutos para la necesidad de amigos y comunidad que tenemos en el corazón, ni siquiera Dios. Él llena un vacío, pero se queda otro.

Extracto del libro Besando mis rodillas de Jesús Adrián Romero

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