CONFLICTOS QUE AFECTAN EL MATRIMONIO

By LPT - febrero 08, 2020



Una mujer relató una anécdota sobre la hija de seis años de unos vecinos que acababa de escuchar el cuento de la Cenicienta por primera vez. La niña volvió a contar el cuento hasta llegar a su momento cumbre, y entonces preguntó: -¿Saben qué es lo que pasó entonces? La mujer dijo: -Que vivieron felices toda su vida. -No, no vivieron felices, ¡Se casaron! -replicó la pequeña. Tal como la niña presentía, casarse y vivir siempre felices no son necesariamente sinónimos. Hay innumerables barreras que se levantan ante los humanos impidiendo la consecución de un matrimonio satisfactorio. Una de las cosas que echa a perder muchos matrimonios es el esfuerzo por conseguir que el cónyuge se amolde a un modelo preconcebido.
Un caso de estudio interesante ocurrió en el consultorio de un consejero matrimonial:
Durante una reunión Glenda (la esposa) expresó su insatisfacción porque su marido no tenía interés en hacer las reparaciones necesarias en el hogar. Habló de una puerta plegable que estaba sin arreglar desde hacía seis meses, del pestillo de una ventana que desde hacía semanas le había pedido que arreglara, y de media docena de trabajos caseros a medio hacer. Guillermo (el marido) escuchaba la lista de quejas con aire vagamente culpable. 
-No soy muy hábil —dijo—. Tengo las manos muy torpes para arreglar cosas. 
-Pero si te interesaras por la casa te cuidarías de esas pequeñeces -replicó Glenda-. Hasta un niño de diez años podría hacerlo: no sé por qué te refugias en tu pretendida incapacidad. El consejero dijo: -Glenda, cuéntanos algo de tu padre. 
-Era un hombre maravilloso. Le adoraba. Él si cuidaba de la casa, al revés que mi marido, que sólo se interesa por su trabajo, la televisión y sus libros... 
-Queremos que nos hables de tu padre, Glenda 
-De acuerdo! Papá era un mago en todo lo que hacía. Siempre tenía éxito en los negocios, era activo en la iglesia, presidente de su club, y a pesar de todo siempre se interesaba por la casa. Tenía un taller en el garaje, y todavía le recuerdo trabajando allí los fines de semana, haciendo cosas para mi madre, e incluso haciendo muebles en el taller. -O sea -dijo el consejero-, que los fines de semana tu padre se los pasaba con una caja de herramientas en la mano, y tú imaginas que ésa es la manera en que todos los hombres deben actuar. No sé, Glenda, pero me parece que estás tratando de convertir a Guillermo en la imagen de tu querido padre. ¡Déjalo en paz! Si Guillermo se esfuerza por proveer a ti y a los niños, te ama y es amable, ¿por qué no dejas de presionarle para que cambie? 
Glenda se quedó un momento pensativa. En el intervalo Guillermo respondió: -A veces he pensado que si Glenda dejara de presionarme, si no adoptara los mismos aires que mi madre, y no intentara cambiarme, tal vez me sentiría más inclinado a intentar satisfacer sus necesidades. Glenda dijo: -De acuerdo, dejaré de reñirte y veremos qué pasa. –No- replicó el consejero-, tu actitud es equivocada. Todavía intentas dominarle. Tienes que aceptarlo tal como es, tanto si él intenta ser más útil como si no.
 Algunas semanas después, cuando la conversación recayó de nuevo en la situación de esta pareja. Glenda informó: -¿Dr. sabe qué ha pasado? Dejé de reñir a Guillermo y me rendí. Decidí aceptarlo tal como es, y de repente él empezó a interesarse por la casa. De las siete reparaciones que tenía en la lista, me arregló cinco. Cuando dejé de presionarlo él se sintió más dispuesto a complacerme. Guillermo intervino en la conversación: -He observado una cosa. Lo que a mí me fastidiaba no era las reparaciones que le tenía que hacer a mi mujer. En realidad lo que ella necesitaba era que yo mostrara algo de interés por la casa. La casa es su nido, y por lo visto ella cree que si la amo debo manifestarlo de la misma manera que su padre. Yo no soy muy diestro en mecánica, pero empiezo a darme cuenta de que el amor es algo más que romanticismo. Hay que darle a la mujer un sentido de seguridad. No me había dado cuenta de la seguridad en una mujer deriva del interés de su marido por el nido.- 
Este pequeño drama, matizado con algunas variaciones sucede en miles de hogares. Ilustra la necesidad femenina de seguridad; y una de las formas en que una esposa recibe esta seguridad es por la certeza de que su marido está profundamente interesado en ella y en el hogar. También ilustra la muy escondida tendencia, totalmente inconsciente, que los maridos y las mujeres tienen de proyectar en su cónyuge el molde preconcebido aprendido de sus modelos en la infancia.

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